Serrat se cortó la coleta el martes en Alicante. Y lo volverá a hacer hoy en la plaza de Toros, en su segundo concierto en la capital alicantina, en el que, por supuesto, ha colgado el sold out como ha venido haciendo en prácticamente todas las ciudades que ha visitado en su gira de despedida “El vicio de cantar 1965-2022”.
Porque, ¿Cómo perderse el adiós a los escenarios de un grande como El Nano?
Un mar de abanicos recibió con auténtica devoción a Joan Manuel Serrat en el coso de Alicante. Un fervor que solo puede desatar quien lleva más de 57 años en el mundo de la música y ha puesto melodía y letra a los sentimientos de toda una generación. Se esperaba que fuese un concierto emotivo y vaya si lo fue.
Hubo tiempo para las lágrimas y para las risas en una travesía musical que el catalán supo capitanear perfectamente, va a ser cierto eso de que tiene “alma de marinero”. Un viaje por toda una vida y por toda una imponente discografía donde se pudieron escuchar temas como Temps era temps, El carrusel del Furo o Romance de Curro El Palmo.
Serrat pisó las tablas con la seguridad del que sabe que no necesita artificios para atraer la atención de un público que durante casi la primera mitad del recital se quedó mudo. Un auditorio que murmuró por lo bajini Señora por miedo a interrumpir al maestro que llenaba el escenario con su inconfundible timbre de voz.
“Un sueño en la piel” es lo que vivió todo aquel que pudo disfrutar anoche de la magia de El Nano, que acompañado de batería, saxo, guitarra, piano, teclado, violín y contrabajo arrancó un “oooh” general cuando se adivinaron los primeros acordes de Lucía.
El catalán también tuvo momentos para recordar al poeta oriolano Miguel Hernández con sus Nanas de la cebolla, al que puso música Alberto Cortez, y con Dale que dale, tema que eligió para abrir el espectáculo. “Escribió Pablo Neruda que recordar a Miguel Hernández es un deber de España, porque murió en la oscuridad y hay que traerlo a la luz”, explicó el cantautor antes de proseguir con Para la Libertad. Por fin el respetable salió del trance y fue como romper una presa, con un gentío en pie que coreó cada melodía.
Joan Manuel Serrat es “como el árbol talado que es retoño” y aún tiene mucha vida y lo demostró con creces en la plaza de Toros de Alicante. Lo que está claro es que sigue levantando pasiones a sus 78 años y hasta pudo escucharse algún acalorado grito de “tío bueno” y “guapo” desde el ruedo.
El cantautor emocionó a todos los presentes con Es caprichoso el azar, de la mano de Úrsula Amargós, y viajó por sus canciones más emotivas como Paraules d’amor, Cançó de bressol o No hago otra cosa que pensar en ti. Y es que, como él mismo apuntó, “una canción es música, letra y emoción. Una canción es letra que canta y música que habla”.
Siguió con Pare, en la que dedicó unos instantes a hablar del medio ambiente y de la guerra. “Escribí esta canción, sobre la evidente deficiencia mental con la que la humanidad va caminando por la Tierra, hace 50 años. Sería más feliz si esta canción hubiera quedado obsoleta, pero seguimos dejando un planeta enfermo a nuestros hijos”, reivindicó.
Serrat sacó el capote y se lució como solo sabe hacerlo un veterano. Salió de los escenarios por la puerta grande, con un público completamente entregado. “Golpe a golpe y verso a verso” el catalán fue llevándolos por el camino marcado por Machado en Cantares y más de ocho mil gargantas acompañaron su voz en grandes éxitos como Hoy puede ser un gran día, Mediterráneo y Algo personal.
No fue el sol quien dijo que llegó el final, lo hizo Fiesta y “por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”. Joan Manuel Serrat cerró su despedida en la plaza de Toros de Alicante con un aplauso que duró largos minutos, alcanzó la gloria y dejó en la memoria de los hombres y mujeres allí presentes su canción.
TEXTO: C. Sounds
FOTOGRAFIA: CARLOS ANTONINO @c.antonino_photo
ADAPTACIÓN: VICTOR PEREZ